La mayoría nos olvidamos de que sobre los hombros tenemos
un casquete pensante al que hay que estimular y ejercitar para mantenerlo en
forma. La rutina diaria, el desinterés por la lectura, el pasar las horas
muertas frente al televisor, la inactividad física, los desmanes nocturnos, el
pesimismo, el conformismo, el desinterés por buscar nuevas experiencias, la
glotonería y la dieta insana, el abuso de alcohol y drogas, el aislamiento
social, la ausencia de hobbies e incluso la apatía sexual son ejemplos de
conductas que literalmente entumecen el cerebro. Sin duda alguna, nuestra masa
encefálica cumple a pies juntillas el viejo aforismo lamarckista, que sentencia
que "lo que no se usa se pierde". Una masa gris perezosa y sumida en
el tedio es una materia gris infrautilizada y lerda. Lo contrario no es menos cierto:
las capacidades innatas de nuestro cerebro pueden ser ampliamente potenciadas
mediante el aprendizaje y la estimulación. El mantenimiento de las facultades
mentales en un estado óptimo se erige como una prioridad para afrontar las
dificultades de la vida, como prueba el hecho de que constituye uno de los
campos más investigados de la medicina moderna. Si para conseguir un cuerpo
tonificado sólo hay que echar mano de la gimnasia aeróbica, para muscular el
cerebro contamos con... la neuróbica. El término es creación de Lawrence Katz,
neurólogo de la Duke University, en Durham (EE UU), y padre de esta nueva
disciplina. Su libro Keep your brain alive -traducido al castellano como Mente
despierta- ha cosechado en Estados Unidos y otros países un séquito de incondicionales,
aparte de propiciar el nacimiento de pingües negocios en forma de tests,
softwares, libros y cursos de empresa para potenciar el rendimiento intelectual
de los empleados, como los que imparten las compañías Mind Gym, de Londres; y
Brainergy, de Cambridge (Massachusetts). A pesar de esta faceta comercial,
numerosos científicos garantizan la seriedad de las promesas. A través de un
completo programa de fitness cerebral, la neuróbica promete enseñarnos cómo
entrenar el cerebro para que se mantenga ágil y sano. Los neuróbicos contemplan
nuestra masa gris como si se tratara de un paquete de músculos que responde
positivamente al ejercicio regular, así como a la dieta apropiada y a las horas
de sueño recomendadas por los especialistas. Además de optimizar la agilidad
intelectual, la neuróbica estimula la memoria, la capacidad de razonar, la
creatividad y la coordinación motora. Y, según recientes investigaciones,
retrasaría el envejecimiento neuronal y los desaguisados causados por
trastornos neurológicos como el Alzheimer, el Parkinson y el Huntington.
Una masa
gris con la consistencia de la plastilina
"La
neuróbica tiene como objetivo el mantenimiento cerebral más que la mejora del
cociente intelectual. No queremos ni podemos crear supercerebros." ¿Pero
cuáles son los pilares científicos sobre los que se asienta este fitness
mental? Sus mentores se aferran a dos conceptos que, dicho sea de paso, están
introduciendo la neurología en una fascinante y prometedora era terapéutica: la
neuroplasticidad, que es la habilidad manifiesta del cerebro para reorganizar
sus patrones neuronales en función de nuevas experiencias; y la neurogénesis,
esto es, la capacidad natural del encéfalo para fabricar nuevas neuronas. Hasta
hace unas décadas, los científicos estaban convencidos de que el cerebro maduro
era como el disco duro de un ordenador, incapaz de aumentar su capacidad y de
reparar los daños tras una lesión o enfermedad. Sin embargo, en el último
quinquenio los neurólogos han descubierto que nuestro kilo y medio de masa
pensante se reorganiza a lo largo de la vida en función de la información que
recibe. La adquisición o la repetición de una conducta, de un ejercicio mental,
de una destreza física o de una actividad lúdica, como jugar al parchís o
coleccionar cromos, hacen que el cerebro se reconfigure. Por ejemplo, en los
músicos de cuerda, el área de la corteza cerebral que gobierna la mano que usan
para tocar es mayor que la correspondiente a la extremidad que no digita; y los
dedos más usados son los que tienen asignado un mayor espacio cerebral. Y
curiosamente la corteza visual de los ciegos se activa cuando sus dedos leen el
lenguaje Braille, como demostró en 1996 Mark Hallett y sus colegas de los
Institutos Nacionales de la Salud en Bethesda (Maryland). Privada del sentido
de la vista, la corteza visual se convierte en un procesador de estímulos
táctiles, lo que permite al invidente desarrollar un sentido táctil superior al
de los videntes. Como ya dijo el matemático y visionario Marvin L. Minsky, del
MIT Media Lab, en Massachusetts, "la actividad principal de los cerebros
es hacerse cambios a sí mismos." Estudios en animales certifican que el
aprendizaje entraña el refuerzo de las uniones entre neuronas: cada una de
éstas células nerviosas es capaz de entablar ¡10.000 conexiones con sus
vecinas! Se crea así un entramado de neuronas que se excitan conjuntamente y
estrechan sus lazos para evocar un pensamiento, un sentimiento o un movimiento.
Aquí es donde opera el fitness cerebral: cuanto más se usa la nueva red
neuronal, mayor es su nivel de cooperación y de eficacia en la respuesta. Para
ser precisos, esta neuroplasticidad sucede a nivel de la llamada sinapsis, el
punto de contacto entre dos neuronas. En realidad, se trata de un pequeño
espacio donde la información que llega al extremo de una neurona -el axón- en
forma de impulsos eléctricos se transfiere a un neurotransmisor, una especie de
mensajero químico que deposita el mensaje en la puerta de entrada -la dendrita-
de la neurona receptora.
La
recompensa en forma de neurotrofinas
A
mediados de los años setenta, los neurólogos aún sostenían que el cerebro adulto
era incapaz de crear nuevas sinapsis. William T. Greenough, de la Universidad
de Illinois, fue uno de los primeros en advertir que sus colegas estaban
equivocados. Este neuropsiquiatra descubrió que los cerebros de ratas, tanto
jóvenes como adultas, establecían nuevas sinapsis cuando a los animales se les
planteaban tareas complejas o cuando se les introducía en ambientes hostiles.
Indiscutiblemente, las sinapsis recién formadas reforzaban la memoria y la
coordinación motora de los roedores. Para Katz, "los ejercicios neuróbicos
inducen la producción de unos factores de crecimiento llamados neurotrofinas,
especie de fertilizantes cerebrales que fortalecen la conexión entre neuronas y
ayudan a éstas y a sus dendritas a mostrarse jóvenes y robustas."
Los
científicos hallan dos paritorios en el cerebro
El
otro bastión de la gimnasia mental es la citada neurogénesis. Hasta que Fred H.
Cage entró en escena, los científicos aceptaron como un acto de fe que nacíamos
con un cupo de células cerebrales que nuestro organismo gestionaba hasta la
muerte. Pero hace un par de años, este neurólogo de Salk Institute for
Biological Studies, en La Jolla (California), demostró que en los cerebros
nacen nuevas neuronas, especialmente en las áreas relacionadas con la memoria y
el aprendizaje. Hablamos de los ventrículos del prosencéfalo, que contienen el
líquido cefalorraquídeo del que se nutre el sistema nervioso central; y el
hipocampo, estructura que desempeña un papel crucial en los procesos
memorísticos. Estos paritorios cerebrales albergan las células madre o stem
cells de las que surgen las nuevas neuronas. Para madurar, éstas deben alejarse
del lugar de nacimiento. En promedio, sólo la mitad realiza con éxito este
viaje; el resto fallece en el intento. Recientes investigaciones señalan que
las neuronas nacidas en los ventrículos migran hasta los bulbos olfativos,
estructuras que reciben la información de las células nasales que captan los
olores, y que las hijas del hipocampo cohesionan las redes neuronales existentes,
para incrementar la capacidad cerebral de procesar y almacenar la información
que llega. Aunque el proceso de neurogénesis se halla bajo control genético y
está vigilado por una lista de factores de crecimiento, incluidos las
mencionadas neurotrofinas, los científicos acaban de confirmar que la
experiencia también regula el ritmo de producción de nuevas neuronas en el
hipocampo, así como su integración en los circuitos cerebrales ya establecidos.
Sin ir más lejos, Henrietta van Praag, miembro del laboratorio de Cage, ha
descubierto que la división celular en el hipocampo se duplica en los ratones
que corren en las ruedas de ejercicio.
Este
hallazgo sustenta la tesis de que el ejercicio resulta beneficioso para la
salud mental. De hecho, las personas deprimidas notan mejoría cuando aumentan
su actividad física, quizás porque con ello estimulan la neurogénesis y, por
ende, la regeneración cerebral. A Cage, le resulta apasionante la posibilidad
de que los individuos sanos mejoren su rendimiento estimulando su cerebro para
que fabrique neuronas de repuesto. Katz está convencido de que esto ya se
consigue de forma natural con el programa de ejercicios que propone la
neuróbica. ¿Pero sería factible potenciar las habilidades intelectuales de
manera artificial? La respuesta es sí. La nueva farmacología se halla inmersa
en la búsqueda de sustancias que fortalezcan las facultades cognitivas, sobre
todo la memoria en las personas que la han perdido a causa de un infarto
cerebral o una enfermedad neurodegenerativa. De hecho, algunos fármacos
potenciadores de la cognición de uso terapéutico se han ganado el favor de
estudiantes, ejecutivos, soldados y pilotos que buscan redoblar su agudeza y su
rendimiento físico y mental saltándose a la torera la disciplina y el esfuerzo
personal que conlleva cualquier reto de la vida.
Memoria de
elefante gracias a las pastillas
La
cafeína y sobre todo las anfetaminas, que empezaron a consumirse en los años
cincuenta para reforzar la capacidad de vigilia, están dejando paso al
metilfenidato -Ritalin-, que se receta para centrar la atención de los niños
hiperactivos; el donepezil, que frena la pérdida de memoria en los enfermos de
Alzheimer; y el modafinil, que es usado para tratamiento de la narcolepsia y
para subir el ánimo a los deprimidos. El uso y abuso extramédico de estos
fármacos inteligentes ya ha disparado las alarmas bioéticas en Estados Unidos y
otros países donde se están ensayando para mejorar el rendimiento de las
personas normales. Por ejemplo, algunos gobiernos y laboratorios evalúan desde
hace unos años la eficacia y las contraindicaciones del donepezil y el
modafinil en los pilotos estresados y agotados; y de las ampaquinas, moléculas
que fortalecen la memoria, para optimizar la resistencia mental de los soldados.
Cómo sobresalir
en algo sin previo aprendizaje
Mientras
que unos científicos buscan cómo intervenir químicamente en el músculo
cerebral, otros investigan cómo los impulsos de campo magnético podrían avivar
las facultades cognitivas. Para conseguirlo, utilizan un dispositivo
electromagnético que se conoce como estimulador magnético transcraneal (EMT).
Se trata de unas bobinas de hilo conductor que se colocan sobre el cuero
cabelludo y envían trenes de impulsos magnéticos intensos pero muy breves
capaces de activar o desactivar zonas específicas del cerebro. En el ámbito
terapéutico, la EMT se está utilizando a nivel experimental en el alivio de la
depresión, y algunos expertos proponen su uso en el tratamiento de los
trastornos obsesivos, la esquizofrenia, el dolor crónico, la epilepsia y otros
desórdenes cerebrales. Sin embargo, un grupo restringido de investigadores
contemplan la posibilidad de que los impulsos magnéticos puedan servir para
alterar ciertas redes neuronales con el objetivo de intensificar las dotes memorísticas
y de aprendizaje. Investigadores del Instituto Nacional de Trastornos
Neurológicos y Accidentes Cerebrovasculares han descubierto que la aplicación
del EMT a la corteza prefrontal hace que los pacientes encajen más deprisa
rompecabezas geométricos. Y Allan Snyder, director del Centro Australiano para
la Mente, asegura que la desconexión transitoria del lóbulo frontotemporal con
EMT hace que afloren habilidades concretas, sin previo aprendizaje, en sujetos
sanos. Los resultados de este interesante estudio aún no han aparecido en
revistas especializadas. Habrá que ver.
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