miércoles, 15 de mayo de 2013

El misterio del SER HUMANO


Decía Sófocles que en el mundo hay muchas cosas misteriosas, pero que ninguna lo es tanto como el SER HUMANO. Esta es una gran verdad; somos misteriosos porque somos complejos, de hecho enormemente
complejos, al grado de que no podemos afirmar, en pleno siglo XXI, que hayamos terminado de juntar todas las piezas del rompecabezas que, quizás, nos permitirá algún día conocernos bien.

Ciertamente se ha avanzado mucho, y constantemente se hacen nuevos descubrimientos que nos acercan, poco a poco, a ver lo que hay debajo de la parte del iceberg que sale a la superficie, y que no es otra que el comportamiento. A fin de cuentas, lo que resulta más evidente de una persona, además de su físico, es la forma como actúa e interactúa.

Pero lo que origina esas pautas conductuales relativamente consistentes a las que llamamos personalidad, es un conjunto de variables que permanecen ocultas, y que interactúan unas con otras formando un sistema en el que las causas y los efectos no siguen relaciones lineales: una causa puede generar múltiples efectos, y un efecto puede provenir de un gran número de causas.

Por eso, en las organizaciones surgen preguntas que, si no se tiene una buena base conceptual, resultan muy difíciles de contestar: ¿qué hace que las personas se motiven, se comprometan y den valor agregado a su trabajo, o por el contrario, se ciñan a la ley del mínimo esfuerzo?; ¿por qué a algunos les resulta más fácil relacionarse con los demás y comunicarse abiertamente que a otros?; ¿qué es lo que le permite a ciertas personas lidiar mejor con el estrés y las presiones, mientras que hay a quienes esto les causa problemas físicos y emocionales?

Estas son solo unas cuantas de las muchas, muchísimas interrogantes a las cuales, con frecuencia, se dan respuestas simplistas y carentes de todo fundamento. Lo peor del caso es que también en función de ese desconocimiento de las bases del comportamiento humano, se toman decisiones que lo afectan negativamente, o que simplemente no producen el efecto deseado.

Ni siquiera las personas que “naturalmente” tendrían que estar más familiarizadas con este tema, las de Recursos Humanos, cuentan a menudo con la información necesaria para estarlo. Ya ni se diga los líderes formales, responsables de facilitar el buen desempeño, desarrollo y motivación de su gente.

Natura y cultura

En esa base oculta del iceberg de la personalidad de cualquier individuo, hay dos factores fundamentales que
contribuyen a su desarrollo y a la conformación de sus características distintivas: por un lado, la carga genética, todo ese componente biológico que es heredado; por otro, el aprendizaje, lo que se va adquiriendo desde el nacimiento hasta el final de la vida.

La parte biológica es conocida como “temperamento”, y no se puede cambiar, sino, en el mejor de los casos, controlar. Aquí estaríamos hablando tanto de lo que recibimos como miembros de la especie humana, como de lo que directamente heredamos de nuestros padres (y ellos a la vez de los suyos). Mucho de lo que somos y de nuestra manera de actuar y reaccionar nos viene de ahí, y en este campo se han hecho en los últimos años descubrimientos impresionantes.

La parte aprendida se llama “carácter”, y proviene de dos fuentes: la social y la individual. La social es la que recibimos como miembros de un grupo, o cultura: creencias, valores, conocimientos diversos y pautas de conducta aceptadas. Su vehículo de transmisión es el verbal (oral o escrito) y, también en buena medida, el modelaje, es decir, la imitación que hacemos de muchos de los comportamientos que observamos en las personas de nuestra sociedad.

La individual es la que proviene de nuestra propia experiencia, de lo que la vida nos enseña, de las conclusiones a las que llegamos por nosotros mismos después de asimilar lo bueno y lo malo que nos pasa.

El porcentaje que representan la carga genética y el aprendizaje en la conformación de nuestra personalidad, es un tema polémico, ya que hay quienes le apuestan a la predominancia de la primera, y quienes se van por el segundo. Lo que hay que considerar es que aún queda un tercer factor que influye en nuestra conducta: el situacional.

Nuestra forma de responder está muy relacionada con las diversas situaciones que enfrentamos y en las que nos relacionamos con otros. En algunas podemos mostrar cierta pauta de comportamiento y en otras una muy diferente, dentro de ciertos patrones que finalmente nos dan consistencia. En otras palabras, la personalidad es algo flexible, no rígido, por lo menos en lo que respecta a nuestra parte aprendida.


Todos estos elementos nos dan a los humanos esta complejidad, este misterio y esta gran riqueza que a veces no conocemos ni aprovechamos

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